sábado, 9 de noviembre de 2013

LAS PRIMERAS PÁGINAS...






E l j a r d í n h u e c o
J u a n j o D í a z T u b e r t


«Con su abstención reflejaremos su alma...»
Enigmático eslogan. El show había comenzado.


El nano-intruso

Un virus, quizá de origen sintético, encontró acomodo en las nanopartículas de fibra óptica. Un día, no se sabe muy bien por qué, empezó atacar. El ingrávido organismo saltó desde las pantallitas planas de los ordenadores y, por instinto, entró en las pupilas de las víctimas para, después, ocasionar psicopatías autistas de diversos grados. Se inició una plaga silenciosa: el nanovirus, bautizado con las siglas OUT 0101, se emancipó y, a partir de aquellos días, las cosas tomaron un matiz cada vez más extravagante, extraño y patético.
En cuanto a las psicopatías que provocó, se barajaron innumerables teorías: alzheimer leve, lentitud mental, quizás una especie de síndrome de Down ligth o grados de psicopatías autistas considerables, ¿quién puede saberlo?

En la alta política se fue cociendo un disparate de consecuencias imprevisibles. Por culpa del virus, los funcionarios del Ministerio de Justicia, al transcribir la ley electoral, cometieron errores que cambiaron absolutamente su sentido: las normas podían admitir (según se interpretase) a un partido que representara la abstención en la cámara del congreso. La cosa fue un cúmulo de incompetencias y despropósitos que desembocaron en una crisis gubernamental que se fue extendiendo hasta que llegaron las elecciones.
Un documental de un canal temático de televisión trató de informar del origen de ese partido «apolítico» que, casualmente, había aprovechado el vacío técnico de esa ley. En la rueda de prensa había unos señores vestidos de blanco inmaculado, llevaban gafas y tenían pinta de tecnócratas (casi parecían curas). Una voz en off muy sugestiva introducía la primera rueda de prensa.

El pasado 1.º de enero, un grupo político nebuloso apareció en escena, la rueda de prensa fue diáfana, tan clara que nos destelló, yo aún veo luces.
¿Quiénes son ustedes?
Guimaraes, mi nombre es Guimaraes.
Oio Oio.
Han Acompañado.
Ana Libélula, mi nombre es Ana Libélula.
Alí.

Hubo un discreto silencio y, tímidamente, el periodista volvió a repetir la pregunta, esta vez con más precisión.

Perdón si no me he expresado bien, mi pregunta iba dirigida a la intención: ¿qué son?
Somos el Partido Blanco.

Al ratito (porque la vida se iba volviendo así, más lenta, con más silencios) otro periodista preguntó.

¿Y qué pretenden hacer con el Partido Blanco?
Nada.
Pretendemos ganar las elecciones sin hacer campañas, sin hacer discursos, sin estridencias.
Somos representantes de la abstención, recuérdelo.
Nuestra actuación será desde la nada.
¿Y cómo lo harán?
Con la ley.

La voz en off continuó en su tono evocador.

Inevitablemente, como en todos los años bisiestos ha habido elecciones, los candidatos trataron de impedir el aumento de la abstención ofreciendo cuentos... Y ya saben qué ocurrió.
¿Cómo gobernarán?
No creo que gobernemos.
Pero ustedes han logrado la mayoría absoluta.
Sí, pero moralmente no podemos gobernar.
¿Y qué harán el primer día en el Parlamento?
Pues muy sencillo, saludaré, subiré al hemiciclo y me quedaré en silencio durante todo mi turno.

El locutor del informativo estatal habló a la audiencia en un tono casi pedagógico.

Es la breve historia, clara como la leche, de que los tiempos cambian; ahora, en unas milésimas de segundo (diría yo que excitantes), cambiará todo. No nos conocerá ni la madre que nos parió. Adelante, querida.

Su apreciada compañera relató los acontecimientos desde el interior del hemiciclo.

Como ven, no ocurre nada, ahora parece que Alí, el representante del Partido Blanco, se levanta de su escaño y... ¿hablará?

Educadamente, Alí caminó hacia el estrado, subió las escaleras lentamente, llegó, saludó a los políticos y se quedó en silencio mirando a un lugar impreciso con cara de iluminado.
Paquetería trekkie


La empresa de paquetería trekkie ya existía antes que el enigmático organismo...

El accionista mayoritario de Next Generation Tour Express había visto la luz, su macroempresa de paquetería urgente estaba organizada como si se tratara de una recreación de la serie Star Trek, los sufridos trabajadores y colaboradores debían ir vestidos con trajes elásticos, como en la serie, y en los departamentos de Logística y de Tráfico habían paneles con botones de colores y hologramas que no servían para nada.
A esa hora de la mañana, en la división Sureste del nivel C-3311, los mensajeros Next seguían los acontecimientos políticos. El silencio era cósmico. Uno de los operadores recibió un aviso de la «Enterprise».

Código C, procedente de la Enterprise en protocolo Y. Recibido, buenos días.

El operador observó con cara clínica a las víctimas ―su mirada era estrábica―, uno de los mensajeros le miró sonriente.
―Tú.
El operador era un señor obeso, a punto de jubilarse, al cual el uniforme elástico le quedaba esperpéntico. El azar escogió al mensajero 0099-YT.
―Debes ir a Tarragona y recoger la nevera de la UAB, que deberás conectar a tu nave. Es importante que llegue entes del mediodía, antes de que el astro ilumine el símbolo de la confederación.
―Entendido.
Los dos se saludaron con la mano derecha abierta y los dedos anular y corazón separados ―como en la serie.
―Suerte y efectividad.
―Gracias.

El mensajero circuló por la radial de pago y en casi una hora recogió la nevera y la llevó a la UAB. Allí, al abrirla, se dieron cuenta de que estaba vacía. El subalterno le miró con cara de esquizoide.
―También me han dado esto para usted ―dijo el mensajero.
―Esta caja debía de ir dentro ―le respondió el subalterno.
El mensajero no supo cómo codificar el error, se quedó bloqueado, inexpresivo, con cara de póquer y una sonrisita histérica.
―Tenga.
―La cajita debía ir dentro.
―Tenga.
―Ya no sirve para nada.
―Cójala por favor.
―Debía estar congelada.
En el centro de operaciones recibieron la noticia codificada como «un error grave». En el canal de control se oyeron gritos histéricos de mandos intermedios. El mensajero, muy agobiado, apagó el aparato y volvió a la base. En once minutos entró de nuevo en la división Sureste.

Aún había silencio, todos miraban las pantallitas de plasma y la actitud, muda, del ganador de las elecciones.
El grupo de mensajeros (que aún estaban sentados) empezaron a expresar sus opiniones.
―La nada.
Esa conjugación le llamó la atención, de inmediato se convirtió en espectador de lo que hablaban.
―El silencio es importante, creo.
―Yo, ahora, les escucharé.
Continuaron unos minutos concentrados en la pantalla inmensa. Al ratito, el mismo operador de antes (el de la vista mal) recibió una llamada de la mismísima base. Le buscó con su visión panorámica y le señaló, esta vez con más precisión.
―Tú.
―Yo.
―Sí, ¿eres el 0099-YT?
―Sí.
―Debes ir a la matriz y allí hablar con el amo. Te deseo suerte.
―Gracias.
Se saludaron con los dedos anular y corazón.


Fue hacia la matriz circulando a una velocidad elevada por las radiales de la excitante ciudad de Barcelona. Una vez en el edificio futurista, pretencioso y hortera, le acompañaron a unas duchas laterales, de las cuales salía una fina cortina de agua, y le dieron instrucciones de entrar sin quitarse la ropa (se hacía por cuestiones ambientales, decían). Después, empapado como de una fina lluvia, le dijeron que esperara en la sala circular...

La metáfora de los espejos deformantes; por Pablo Paz

La deformación de la realidad puede ser divertida, como de hecho lo es para todo aquel que se adentra en esos habitáculos decorados con espejos cóncavos y convexos que deforman la figura del que pose frente a ellos.Este entretenimiento caricaturesco lo lleva el autor a su narración.El juego se convierte en algo más: en un espejo social, en una crítica.
Metáfora onírico-futurista de una sociedad desnortada.Para disfrutarla hay que dejarse llevar, fluir y entrar en esa sociedad y esto lo consigue el autor con ironía y una prosa sencilla.

Da que pensar; por Isabel Mata Vicente

Un buen ejemplo de como nuestras mentes son y serán manipuladas, una excelente fantasía de un futuro no muy lejano, por no decir ya presente. Un virus más que dominará nuestras vidas. Esta es una novela diferente que nos hace plantearnos una muy posible realidad, ¿acabaremos todos siendo perros paulovianos?

Un drama para reírse y pensar; por Nati Aranda

Esta novela se ambienta en un mundo donde la sociedad se ha idiotizado, al parecer, a causa de un virus que ha conseguido saltar de las pantallas de los ordenadores a los humanos, causándoles distintos grados de autismo y estupidez. Siendo catalogada como futurista, creo que podemos permitirnos la licencia de leer esta novela aplicándola a nuestro momento actual: teniendo todos los medios tecnológicos para comunicarnos e informarnos cada vez mejor y más eficientemente, estos mismos medios nos están aislando, anulando nuestra capacidad crítica y de razocinio; de alguna manera, nosotros también hemos sido atacados por un virus tecnológico, aunque sea metafórico, que nos idiotiza y aisla. Como en El Jardín Hueco, vivimos en una era de la comunicación y la información donde cada vez nos cuesta más comunicarnos e informarnos, cada vez estamos más vacíos y nos encontramos más indefensos ante la manipulación (política, consumista, religiosa), aspectos todos que el autor señala indirectamente a través de las vivencias de unos personajes que en ocasiones me han inspirado ternura, mezquindad, compasión, admiración... pero siempre me han parecido entrañables, quizá porque en algún momento, he podido identificarme con ellos y sus actuaciones (aunque, por el momento, las situaciones que ellos viven aún sean exageraciones en nuestro mundo... pero tiempo al tiempo). Lo mejor del libro, no son la crítica y la reflexión a las que invita, sino que éstas se consiguen a través del humor y de una escritura sencilla, amena, clara y sólo amable en apariencia; pues tras esas situaciones hilarantes que provocan las risas del lector por su absurdez, el autor está despertando conciencias a bofetadas, cuando no apuñala al sistema político, al de comunicación, a las relaciones sociales, a las organizaciones empresariales y hasta a los placebos espirituales que prometen felicidad a cambio de dinero tangible. En resumen: un libro necesario, reflexivo, de denuncia... y, sin embargo, extremadamente divertido y ligero (delirantes la empresa que funciona a lo Star Trek y el partido de abstencionistas que ganas las elecciones). No se lo pierdan.